domingo, 19 de abril de 2009

¡A empujar el trole!

Era un jueves de abril que se presentaba como normal: me bañé, desayuné, me despedí de mis padres y de mi perro, caminé hasta la parada, subí al bus, viajé parada y me bajé en la Estación Norte del trole.

Iba con el tiempo justo para llegar al trabajo. Cuando se es pasajero, cada acción está cronometrada de tal forma que un solo imprevisto hecha a bajo el plan del viajero.

Aquel día no podía haber ninguno. Tenía que llegar a las 09:00 al diario, ponerme al tanto de las noticias de ese momento y luego reunión a las 09:30. Todo eso en el sur.

Corrían las 08:15 y seguía en el norte. Al llegar a la Estación, me encontré con filas interminables de decenas o quizá cientos de personas que buscaban abordar la primera la unidad que llegara. Pero no había ninguna.





Mi plan de viaje empezaba a derrumbarse. A esa hora, cuando media ciudad intenta ir a sus trabajos, las filas suelen ser largas pero no interminables. Aquello era un hecho inusual que comenzaba a molestar al gentío. “¿Qué pasa pues?”, gritaban algunos ante la escasez de unidades y mientras los parlantes de la Estación permanecían en silencio.

Los ‘vivos’ intentamos evadir la multitud y llegar lo más cercano posible hasta donde se encontraban los primeros de la fila. Después de serpentear entre la gente me di cuenta que no habían “primeros”. Lo que había era un tumulto de gente dispuesta a entrar como sea en el primer trole que se presentara.

El frenesí que se sentía en ese lugar me intimidó, así que me devolví por el mismo camino y esperé -ya resignada al atraso- a tomar una unidad con más calma.

08:22: ¡trole a la vista! Los empujones y correteos comenzaron, en tanto que dos guardias hacían lo que podían para pedir a cientos que hagan fila. Nadie les hacía caso.

Una avalancha humana se agolpó contra la unidad. En las puertas del trole, diseñadas para el ingreso de hasta 2 personas, se podía ver cómo grupos de 10 personas querían ingresar al mismo tiempo.

En la confusión, una mujer se cayó junto a las llantas del trole que estaba estacionado llenándose de gente. Y mientras uno de los guardias la ayudaba, el timbre que indica que la unidad debe salir de la Estación sonó. “¡Espere! ¡Espere!”, gritaron los pasajeros hasta que la mujer subió al andén y el trole partió.









Siguiente unidad. La escena anterior se repitió pero esta vez nadie se cayó junto a las llantas de este transporte de 17,8 toneladas de peso. Mas bien, fui testigo de uno de los momentos más curiosos que he vivido como pasajera. Y comenzó así:

Cuando llegó otro trole, éste se estacionó mal. Para quien no conoce cómo funcionan las paradas, el trole debe detenerse de manera tan precisa que sus puertas de ingreso calcen de forma exacta con las puertas de abordaje. Pero este trole no lo hizo así: cuando abrió sus tres puertas, la última se atascó con el filo de cemento del andén.

Ya lleno, intentó cerrarlas. Por supuesto la última puerta falló y mientras no estén complemente cerradas la unidad no se mueve. Así que los dos guardias se subieron a las barandas de seguridad, que impiden que la gente se caiga hacia la calle por donde circula el trole, y empezaron a empujar a ese gigante de hierro.

¡Querían mover 17,8 toneladas con decenas de pasajeros en el interior! Al ver sus rostros desencajados, varios hombres se subieron también a las barandas y ayudaron en la tarea.

Entre todos lograron mecerlo y un pasajero se bajó del andén para desatascar la puerta. El improvisado equipo consiguió su objetivo y con la puerta totalmente cerrada el trole siguió su camino…









Después de 20 minutos, abordé uno. También lo hice a empujones y atropelladamente. Hace mucho que no me habían sacado el aire para ingresar a un trole. El tumulto me llevó en el aire hasta el interior de la unidad. Adentro me botaron contra una señora que estaba sentada y con las respectivas disculpas pasé a buscar un lugar más holgado para ir parada.

Más tarde, pregunté al chofer por qué hubo pocas unidades a esa hora de alta concurrencia. Me contó que un trole se había dañado después de la parada Santo Domingo. Esto impidió por 10 minutos que los troles que iban desde el sur hasta el norte llegaran a su destino. La causa del daño: una puerta mal cerrada.

Ese día llegué tardísimo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿qué tal esto? el año pasado, cuando iba desde el norte hasta la Villaflora donde trabajaba, tenía que tomar un bus hasta la avenida colón y luego en la Colón y 10 de agosto, el trole expreso que hacía o hace dos paradas más, hasta mi destino. llegar a tiempo al paso de esa unidad era lo máximo, porque en menos de veinte minutos estaba a tres cuadras de mi trabajo, no importaba ir de pie. total, eran solo veinte minutos ¡o menos!
entonces vino la tragedia. Se hundió el trébol y el trole dejó de ser el viejo y buen trole para ser una columna de buses repletos de gente, que no avanzaba ni retrocedía. el primer día después del reordenamiento vehicular de emergencia conté (no queda más remedio si te bajas y caminas ) entre la recoleta y la villaflora, solamente 36 unidades una tras otra en sentido sur norte, y otras tantas al revés. En la parada de la Villaflora, un hervidero de gente y en mi lugar de trabajo, multa masiva -que no se pudo cobrar- porque todo el mundo pagó su cuota de vivir en una ciudad colapsada. si el trole llega a dañarse -Dios no quiera- esperas pacientemente a que la próxima lata de sardinas te acoja a presión o te resignas limpiamente a llegar tarde. Es un sistema frágil en el que no deja de indignar que mientras hay algunos troles que van a reventar en sentido norte sur, a la altura de la colón, los troles que llegan hasta allí desde la Morán Valverde, se regresan rapidito, sin un solo pasajero. ¿Eso no es desperdiciar recursos? Y luego dicen que el trole trabaja a pérdida.
Hay que planificar, señores, hacer el sistema menos vulnerable, más óptimo, y sobre todo, más humano.

Anónimo dijo...

ecuabecas
Siempre s bueno compartir la información por un bien en común y recordar el sitio de Ecuabecas aprovechandonos de la educación somos new era

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WILYDIP Walter dijo...

compañerísima HAY QUE DESCONCENTRAR
Municipalizar
hace 3.000 Municipios Autónomos con sus propios impuestos y administrando sus propios recursos regionalmente mancomunadamente
Hay que formar a la gente
para des -concentrar y hacer 3.000 nuevas ciudades
esa era la pauta en 1989 cuando irrumpió el bolivarianismo y corto el camino de la desconcentración y cambiaron el pacto social, 2.500 ciudades nuevas auto-productivas
y se han dedicado a capitalizar
a concentrar en la capital

Los políticos manejados por Britanos y Bretones no lo van a dejar hacer

LA ciudadania debe re-integrarse, con fuerza exigir, la distribución llana, ok mejor día

a la orden mi www.acisoi.blogspot.com